Los proyectos que surgen en el marco de Asociaciones Público-Privadas (APP) normalmente involucran un mayor número de desafíos respecto a la obra pública por su alto grado de complejidad, larga duración y que diversos tipos de prestaciones comprendidas (por ejemplo, operación y mantenimiento).
En el documento denominado “Asignación de Riesgos en Contratos de Asociaciones Público-Privadas (APP) en Infraestructura de Transporte: Consideraciones sobre América Latina y el Caribe”, publicado con el apoyo de la División de Transportes del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), se indicia que la asignación de riegos es el eje central del éxito de un proyecto APP.
De acuerdo con el Banco Mundial
Los principales riesgos que encuentra un proyecto APP son los siguientes:
- Riesgo de construcción y terminación;
- Riesgos operativos;
- Riesgo de demanda;
- Fuerza mayor y cambio en la ley;
- Riesgo político y regulatorio y riesgo de expropiación y nacionalización;
- Riesgo ambiental;
- Riesgo social;
- Riesgo de tenor y refinanciamiento;
- Riesgo de cambio de divisas; y,
- Riesgo de tasa de interés
Una asignación eficiente de riesgos y su aplicación apropiada determina si un proyecto APP podrá ser financiado por la banca y si podrá ser viable en un contrato a largo plazo.
Para facilitar la tarea de distribución de riesgos, es ideal realzar un ejercicio como aquel que el documento nos presenta: la elaboración de matrices con los riesgos típicos.
El documento identificó, en base a la experiencia de profesionales en más de veinte (20) países, cuáles son los riesgos típicos en distintos proyectos APP ejecutados en América Latina y el Caribe, tanto en países desarrollados como de economías emergentes.
Una adecuada identificación y asignación de riesgos, de la mano con una justificación respecto a qué parte es la más apropiada para gestionarlos de manera eficiente, permite que se facilite el éxito de un proyecto APP y se eviten conflictos en su duración.
Una mala asignación de riesgos produce: (i) pérdida de valor en el proyecto, (ii) incentiva el juego del “blame game” entre las partes, y (iii) genera una espiral del conflicto.